En cualquier conflicto lo mejor es hablar y llegar a acuerdos. Pero en los conflictos en los que hay que proteger a los animales a menudo estamos atados de pies y manos porque si no hay entendimiento los animales lo pueden pagar caro.
Este tipo de situación es muy frecuente en la sociedad; por ejemplo, a veces no hacemos valer nuestros derechos en el ámbito del colegio de nuestros hijos, o de la comunidad de vecinos donde vivimos, porque no estamos solos en ese conflicto, y nuestra familia puede verse perjudicada.
El ejemplo extremo se da en los casos de violencia contra la mujer en el hogar, cuando hay hijos implicados. En este tema la situación sigue siendo muy mala, pero la sociedad está luchando con fuerza contra la violencia doméstica. Y se percibe que estamos movilizados, y que no se mira para otro lado sino que apoyamos y denunciamos, en especial si la persona maltratada está coaccionada y teme por sus hijos.
Es un signo de progreso el conseguir que el que tiene rehenes no gane siempre. Se trata de que en cada caso las partes negocien sin que haya coacciones. Es una labor de todos, también cuando se trata de la protección de los animales.